Mi historia

Soy madre de dos peques y durante años trabajé en el hospital público de mi ciudad. En casa tomamos una decisión muy meditada: primero opositaría mi marido y, cuando él lo consiguiera, sería mi turno.

Vengo de una familia de ferroviarios. Mi abuelo trabajó en Renfe en mantenimiento de trenes y mi madre empezó como administrativa en Renfe, hasta que más adelante estudió y pasó a formar parte de ADIF. El ferrocarril siempre ha estado presente en mi vida, aunque mi camino no fue directo.

El primer año que me presenté fue especialmente duro. Mi marido estaba con una provisional en Barcelona y yo me quedé sola con los niños, el trabajo y el estudio. Más que presentarme, fui “a ver el examen”. Sabía que no era mi momento, pero necesitaba enfrentarme a ello.

El segundo año fue distinto. Me preparé de verdad. Habían metido mucho temario nuevo y aun así me esforcé al máximo. Saqué horas de donde no las había. Pero el día del examen, todo se torció. Empecé a temblar, no podía leer, los nervios me bloquearon por completo. Cuando salí, me derrumbé. Sentí que el alma se me caía al suelo. Todo ese sacrificio —sin vacaciones, sin tiempo con mis hijos— parecía no haber servido para nada.

Y aun así, algo cambió.

No sé muy bien cómo, pero a mediados de diciembre volví a empezar. Esta vez de otra manera. Estudiaba cuatro horas diarias de lunes a viernes y reservaba los fines de semana para estar con mis hijos, sin culpa. Empecé a ir a la psicóloga. Me fui de vacaciones, sí, pero estudiando… y aun así fueron vacaciones. Aprendí que opositar no tiene por qué significar desaparecer como persona.

Ese año mi meta era clara: conseguirlo sí o sí. Me apunté a dos preparaciones distintas, busqué recursos, me formé… pero hubo algo que eché profundamente de menos durante todo el proceso: sentirme acompañada. Alguien que me ayudara de verdad, que me animara en los momentos malos, que me guiara, que entendiera mi forma de estudiar, mi tiempo limitado, mi realidad como madre.

Y ahí entendí algo importante.

Eso que yo no tuve, es exactamente lo que quiero ofrecer ahora. Por eso he decidido montar cursos de estudio para opositores: para acompañar, para adaptar, para guiar con humanidad. Porque opositar no debería ser un camino solitario, ni incompatible con tener vida, hijos o salud mental.

Quiénes somos

Esta academia nace de una historia personal marcada por el esfuerzo, la perseverancia y el aprendizaje a base de errores y aciertos. Como muchos opositores, comencé este camino sin una guía clara, enfrentándome a un temario complejo, a la presión del examen y a la sensación de no saber si se estaba estudiando de la forma correcta.

A lo largo del proceso entendí qué contenidos eran realmente importantes, dónde fallaban muchos estudiantes, cómo se pregunta en los exámenes y qué estrategias marcan la diferencia. También viví momentos de duda, frustración y cansancio, pero nunca perdí de vista el objetivo.

Con el tiempo, esa experiencia se transformó en vocacion. Empecé a ayudar a otros opositores, a explicar los temas de forma sencilla, a crear esquemas claros y a diseñar materiales pensados específicamente para aprobar oposiciones ferroviarias.

Hoy, estos cursos son el resultado de todo ese recorrido: una formación creada desde dentro, por varias personas que conocen la oposición, respetan el esfuerzo del alumno y entiende lo que significa jugarse tanto en un solo examen.

Contáctanos

¿Quieres que trabajemos juntos? Ingresa tus datos y nos pondremos en contacto contigo en breve. Esperamos tener noticias tuyas pronto.